El viernes en Washington no sólo quedó definido el mapa competitivo del Mundial. También quedó claro que a Donald Trump le bastan unos segundos frente a un micrófono para convertir un sorteo en un foro de reforma lingüística. La discusión eterna sobre cómo llamar al deporte más popular del planeta volvió a escena después de que el presidente propusiera que Estados Unidos adopte el término “football” para el juego que el país ha etiquetado como soccer durante más de un siglo y con ello que la NFL cambie de nombre.
El debate que Donald Trump reavivó en el sorteo del Mundial tiene un recorrido más profundo de lo que parece. El origen de los nombres del deporte más popular del planeta es un laberinto que mezcla etimología, historia, tradición inglesa y costumbres estadunidenses. La explicación sencilla asegura que se llama futbol porque se juega con los pies y un balón.
Sin embargo, otra teoría retoma la Edad Media y propone que se le decía así porque era un juego practicado a pie en lugar de a caballo.
El siglo XIX ofreció claridad. Inglaterra codificó dos estilos del mismo tronco. El rugby y el futbol asociación. En la jerga estudiantil de Oxford surgieron dos apodos que marcaron época. Rugger para el rugby. Soccer para el association football. Ese término viajó por medio mundo como una etiqueta británica antes de que en el Reino Unido se desvaneciera con el paso del tiempo. Para el siglo XXI, el rugby recuperó su nombre formal y el futbol asociación simplificó su identidad hasta convertirse en football.
El ascenso del football estadunidense y el destino del soccer
Mientras el futbol ganaba terreno en Europa y América Latina, en Estados Unidos emergía un deporte propio que nosotros conocemos como futbol americano. Se jugaba a pie, también con un balón, y durante el siglo XX conquistó campus universitarios y luego alcanzó el profesionalismo. La NFL se transformó en coloso nacional. Peter Tomozawa, director ejecutivo del comité anfitrión de la Copa Mundial de Seattle, dio su opinión en un artículo publicado en The Athletic.
Dice que “todos reconocen que la NFL se ha ganado el derecho de llamarlo football aquí. Para cuando el soccer empezó a masificarse, el nombre football ya tenía dueño".
Ese contexto explica por qué el término soccer resistió en Estados Unidos mientras desaparecía en el Reino Unido. Jon Persch, director comercial del comité del Mundial en Boston, recuerda su infancia diciendo que “teníamos un balón de futbol y otro para soccer”.
Cuando alguien hablaba de football, nadie pensaba en el Liverpool o en el Real Madrid. Pensaban en los equipos universitarios o en la NFL.
La globalización, sin embargo, movió las fronteras lingüísticas.
La Premier League llegó a las pantallas estadunidenses. Las transmisiones internacionales normalizaron palabras, acentos y gritos de gol. Muchos jóvenes comenzaron a llamar futbol al deporte que el país conocía como soccer. Mark Lasry menciona a sus amigos obsesionados con el futbol inglés que lo nombran “futbol de verdad”.
En los vestuarios la mezcla es común. Entrenadores y jugadores que han vivido en el extranjero oscilan entre soccer y football con naturalidad, aunque en la corriente principal del país esa dualidad no progresa. El público al que apuntan los organizadores del Mundial conoce una jerarquía establecida. Football significa otra cosa. Cascos y domingos paralizdos por los partidos del medio día.
Los números refuerzan esa idea. Seis partidos de temporada regular de la NFL superaron en audiencia estadunidense a la final del Mundial masculino de 2022, que reunió a 26.7 millones de personas. El Super Bowl reciente alcanzó 127.7 millones de espectadores. Cinco veces más.
Donald Trump añadió una chispa al debate, pero la historia llevaba siglos escrita.